Barcelona, el 17 de julio de 2024
Hace unos días, la respetada revista médica británica The Lancet, publicaba un artículo en el que intentaba calcular la cifra de víctimas en la Franja de Gaza desde el 7 de octubre, y proponía una revisión a la alza de las cifras oficiales dadas por el gobierno de la Franja que rondan los 40.000 muertos. En efecto, estas cifras corresponden a aquellas personas que se han podido identificar, bien porque llevaban papeles o porque sus familiares pudieron identificarlas, en medio de una situación totalmente caótica donde la destrucción de los edificios supera los 360.000, la totalidad de los hospitales, la mayoría de las escuelas, mezquitas y también iglesias. Es decir que no cuentan a los que están debajo de los escombros y que no se han podido encontrar, los desaparecidos, los que sus familiares enterraron a toda prisa, los enfermos crónicos que no están recibiendo su tratamiento y que mueren (cáncer y otros), los que se mueren de enfermedades ligadas a la contaminación del agua (criaturas), y ahora a los y las que se están muriendo literalmente de hambre.
¿Cómo se puede esperar que esta macabra contabilidad se lleve a cabo en estas condiciones?
Otro artículo publicado en The Electronic Intifada, tomando en cuenta los llamamientos de altos funcionarios de la ONU, de la OMS y de UNWRA a intervenir ante una catástrofe humanitaria de semejante magnitud, evaluaba las cifras a las puertas del verano entre 200.000 y medio millón de víctimas para cuando la hambruna se extienda completamente a la población, es decir ahora.
Este es el escenario del Genocidio –por que ese es término correcto- al que estamos asistiendo, rabiosos, tristes e impotentes, sin que ninguna potencia occidental con capacidad de intervenir lo haya hecho. Al contrario, Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Alemania y Francia, máximos aliados del Estado sionista, siguen apoyando sin ambages la masacre y, en el interior, reprimen las muestras de solidaridad con el pueblo palestino utilizando el arma arrojadiza del antisemitismo. Hasta tal punto que en Francia, la extrema derecha, tradicionalmente judeófoba, se posiciona como defensora de Israel y acusa al candidato del Nuevo Frente Popular de tener opiniones antijudías para descalificarlo en el debate político.
En efecto, esa acusación, ese grito, anula cualquier debate político, o de cualquier índole y sobre todo impide que se hable del verdadero problema: el genocidio de la población palestina de Gaza y la inexorable conquista y limpieza étnica llevada a cabo en Jerusalén y en Cisjordania, en violación flagrante del derecho internacional, acusaciones gravísimas ya recogidas por el Tribunal Penal Internacional en sus deliberaciones sobre el posible genocidio en Gaza.
Entonces para denunciar esta situación, en Gracia, Barcelona, hace unas semanas, se organizan unas jornadas antimilitaristas, y nuestra asociación, junto a otras y a la Comunidad Palestina de Catalunya, es invitada a participar. Para el cartel, un dibujo: la caricatura de una calavera llevando uniforme militar israelí, con la estrella de David en el casco, así como dos finas líneas que indican que se trata de la bandera del Estado sionista. El soldado calavera lleva agarrado un joven de aspecto árabe y lo lleva con él, como todos sabemos, a la muerte.
Pronto surge la acusación: la caricatura es antisemita.
Que pueda ser doloroso para una persona judía ver asociados el símbolo del judaísmo a la soldadesca y a la muerte, es evidente. Pero responde a la realidad del momento: muerte y destrucción. ¿Y quiénes son los responsables de los actos del “ejército más moral del mundo”?
Que quede claro cuál es la posición de nuestra asociación compuesta por personas judías y palestinas sobre este mal llamado conflicto. No se trata de un conflicto entre dos iguales, entre dos Estados. Aquí hay una potencia ocupante, Israel, fruto de un proyecto colonial occidental e imperialista que somete la población del pueblo ocupado, el Palestino, desde hace 76 años a un proceso de limpieza étnica y ocupación militar brutal, que deriva en un régimen de apartheid denunciado por Amnesty International y Human Rights Watch, con una Ley fundamental votada en el parlamento israelí que reconoce únicamente al “pueblo judío” el derecho a la autodeterminación sobre la Palestina histórica. Este es el contexto histórico y político en el que se enmarcan los eventos del 7 de octubre. Y ahora, desde hace 9 meses la continuación de esa política y su aceleración tienen lugar bajo los ojos del mundo.
Así que nos hacemos la pregunta: ¿La gente que se preocupa por una caricatura –guste o no- se da cuenta que está manifestando su apego por un Estado cuya bandera está manchada de sangre para la eternidad de los tiempos y que nunca, bajo ningún concepto, tendrá ninguna legitimidad ante los ojos del mundo después de lo que está pasando? ¿Esta misma gente que se dice preocupada por la confusión entre antisemitismo y antisionismo se da cuenta que ese Estado ni siquiera tiene derecho a llamarse con el nombre de Israel, que tiene un sentido muy diferente en los libros sagrados del judaísmo? ¿Se da cuenta que este Estado está justamente dando una terrible imagen y un sentido totalmente equivocado a una religión y a una cultura milenarias?
Nosotros, desde Junts Associació Catalana de Jueus i Palestins, decidimos hace tiempo poner todas nuestras fuerzas al servicio de la liberación de Palestina, que también será la liberación del sionismo para todos los y las judías del mundo e invitamos a todas la personas judías de buena voluntad a hacer lo mismo y a trabajar conjuntamente con la Comunidad Palestina de Catalunya a manifestar nuestra solidaridad para con unos y nuestro más absoluto rechazo para con el Sionismo y sus crímenes. Y por supuesto rechazamos contundentemente a la acusación de antisemitismo dirigida a las entidades organizadoras del acto -Sodepau, Aturem les Guerres, CGT Metall, Novact- en quienes confiamos plenamente por su posicionamiento y acción políticas.

