Junts Associació Catalana de Jueus i Palestins, e IJAN España, red judía antisionista, manifiestan su solidaridad con los activistas que han sido objeto de una denuncia judicial a raíz de los hechos ocurridos en agosto 2015, durante el festival de reggae Rototom Sunsplash en Barcelona, en relación a la invitación de Matiyashu, un cantante de rap cuyo apoyo a la colonización y al ejército israelí son explícitos. Dado el compromiso de dicho Festival con los Derechos Humanos, y que en aquel momento, el ejército israelí bombardeaba la población civil de Gaza, se le pidió a Matiyashu que se pronunciara sobre los derechos del pueblo palestino. Al rehusar hacerlo, los organizadores del Festival cancelaron su participación. Ulteriormente, Matiyashu no dudo en cantar para los colonos en Ariel, expresando públicamente su apoyo al proyecto de colonización sionista.
Por ello, a los activistas se les acusa de “amenazas y coacciones” y de “delito de odio”, acusaciones de suma gravedad.
El llamamiento a aplicar el Boicot, Desinversiones y Sanciones al Estado de Israel, conocido por sus siglas BDS, nace de la sociedad civil palestina, en 2005. Tiene como objetivo apelar a la consciencia de la sociedad civil internacional, y también a la de la propia ciudadanía israelí, sobre el hecho que el Estado de Israel lleva ahora 68 años ocupando ilegalmente e incumpliendo todas las resoluciones de Naciones Unidos, violando los Derechos Humanos de la población palestina en total impunidad. El BDS es una estrategia no violenta, nacida de la lucha anticolonial para liberar la India del Imperio Británico, y ha contribuido sin duda al final del régimen de Apartheid en Sudáfrica, culminando en la creación de un estado multiétnico en dicho país.
El movimiento BDS pide que se aplique dichas medidas hasta que Israel no cumpla con tres condiciones: 1) la devolución de las tierras palestinas ocupadas desde el 1967, 2) el reconocimiento de los derechos de la población palestina no judía, ciudadanos del Estado de Israel (20% de la población), 3) el reconocimiento de los derechos de los refugiados, – descendientes de la población palestina expulsada por la fuerza militar en 1948, y las desplazadas dentro del mismo territorio de Palestina en 1967, que hoy constituyen la mayor población refugiada del mundo, de 7 millones de personas. Este derecho es reconocido como un Derecho Humano por Naciones Unidas y el derecho internacional.
El BDS tiene diferentes vertientes, entre otras el Boicot académico y cultural. ¿Por qué? Porqué es importante que la sociedad civil internacional, y la israelí también, entiendan que Israel no es un país “normal”, una democracia occidental como pretende serlo, al discriminar activamente una parte de su población –la árabe o la no judía-, sobre una base étnico-religiosa, y que esto es totalmente inaceptable para una democracia moderna. Por lo tanto el BDS llama la atención sobre el hecho de que las instituciones israelíes financien y apoyen con dinero público, festivales, películas, artistas en Israel y también en el extranjero, contribuyendo así a dar una apariencia de normalidad, cuando no de progresismo, a un régimen que basa su existencia en la superioridad de una etnia sobre otra.
El mismo Secretario John Kerry y el presidente Obama en sus discursos de despedida han subrayado que si quiere ser un Estado a la vez judío y democrático, Israel tiene que parar la colonización y reconocer un Estado Palestino independiente.
Nada más alejado de la realidad. Cisjordania solo constituye un 22% del territorio de la Palestina histórica, la construcción del llamado muro de seguridad continua, fragmentando el territorio de Cisjordania; en dicho territorio se aplica la legislación militar israelí, la economía está completamente asfixiada y la moneda sigue siendo la israelí, la población palestina tiene todas las dificultades en desplazarse de un punto al otro del territorio. Jerusalén Este, a pesar de las resoluciones de la ONU sigue bajo ocupación. Y la Franja de Gaza, víctima de un embargo ilegal desde hace más de diez años, es una cárcel a cielo abierto de 1,5 millón de personas.
Dentro del Estado de Israel, existe una serie de leyes discriminatorias contra la población indígena de Palestina, que violan sus derechos políticos y civiles, y mientras cualquier ciudadano judío del mundo puede pretender instalarse en Israel, hasta el derecho de visita es negado a los descendientes de los refugiados palestinos del 48, sin hablar de la posibilidad de volver a instalarse en el país.
Por todas estas razones, y muchas otras, un movimiento pro derechos humanos como el BDS merece ser sostenido. En ningún caso se trata de boicotear a personas, a una identidad, sino de denunciar complicidades con un régimen que justamente, es racista. Y de hecho numerosas organizaciones judías, en Estados Unidos y en Israel, reconocen y sostienen el movimiento BDS como un medio legitimo para “la justicia y alcanzar una paz justa”, como lo dice el propio texto fundador del llamamiento.
Son cada vez más las personas y organizaciones e instituciones de la sociedad civil internacional, como sindicatos e iglesias, que apoyan el BDS, y es por su creciente éxito que el Estado de Israel está amenazando a diferentes activistas palestinos y haciendo campaña a nivel internacional, intentando que se identifique el BDS con el racismo y el antisemitismo, para acallar cualquier tipo de crítica. Se trata al contrario de una crítica legítima a una política de ocupación militar y de racismo institucionalizado, de Apartheid, que tiene como objetivo apelar a la conciencia mundial para la justicia y crear las condiciones de la paz.
Por eso, es igualmente importante que en nuestro país y en Europa, se reconozca la libertad de expresión y el Boicot, Desinversión y Sanciones como un instrumento político legítimo, con un largo recorrido histórico, y por lo tanto manifestamos una vez más todo nuestro apoyo y solidaridad a los activistas encausados en el Estado español.